Herpes corneal
Hacia los tres años de vida (edad en la que los niños son más besados) casi todos los humanos entran en contacto con el virus del herpes, generalmente a través del área orofacial.
Normalmente esta primera infección es asintomática pero en ocasiones el niño presenta malestar o fiebre durante unas horas y a veces tiene una infección activa que puede afectar la zona ocular. En cualquier caso, el virus queda incorporado en el sistema nervioso del huésped y puede reactivarse si este huésped sufre transitoriamente un estado de depresión inmunitaria (otra enfermedad febril, exposición prolongada al sol, una intervención quirúrgica, incluso por causas tan comunes como la menstruación).
En estas circunstancias el herpes asciende por el nervio en cuestión e infecta la zona de la piel inervada. Con frecuencia la zona afectada es el labio superior o el ala de la nariz, pero en ocasiones afecta el epitelio que cubre el ojo causando una queratitis.
La principal característica de esta enfermedad es su capacidad de recurrencia y el hecho de que puede ocasionar ulceración de la córnea con la consiguiente cicatrización y pérdida de visión. En otras ocasiones la infección puede provocar incluso la perforación de la córnea.
Aunque el herpes corneal puede ser una enfermedad difícil de tratar actualmente disponemos de medicamentos muy eficaces para combatir el herpes. Si bien su erradicación del organismo aún no es posible, si podemos evitar que se manifieste y recurra una y otra vez, consiguiendo de este modo, largos periodos en los que el paciente está libre de síntomas.
En los casos en los que la enfermedad haya causado una pérdida importante de la visión podemos realizar una queratoplastia lamelar o penetrante con la finalidad de restaurarla.
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